lunes, 19 de noviembre de 2018

EL CINE ES ARTE Y ESCUELA


El académico del Instituto de la Comunicación e Imagen, se refiere a las potencialidades que tiene el cine en la educación de los niños y jóvenes, todo esto, a partir de la experiencia del proyecto "Cero en Conducta" vivida en la escuela Pedro Quintana Mansilla, en Coyhaique, en el marco de la Semana de la Educación Artística.



El cine es, por sí mismo, un fenómeno con enorme capacidad formativa para los jóvenes. Tanto al momento de ver películas como al de hacerlas. El lugar ideal para practicar esta formación es la escuela, pues ahí es donde van los jóvenes todos los días.



Imaginemos un curso mixto de jóvenes de 15 años que en hora y media de clases de un día lunes oscurece completamente la sala con bolsas de basura de modo que no entre nada de luz, ni por las ventanas ni por las rendijas de las puertas, y que luego de comprobada la total oscuridad prueba el haz de luz de un proyector de modo que ilumine solo el rectángulo de la pantalla. Que luego comprueba la calidad y el volumen del sonido.

Imaginemos que el día martes, en esa sala completamente oscura y correctamente sonorizada, los alumnos ven veinte minutos de La Recta Provincia de Raúl Ruiz; 


veinte minutos de Al azar Baltazar, de Robert Bresson;


veinte minutos de Machuca, de Andrés Wood



y veinte minutos de Barakha, de Ron Fricke.



en una clase en que el profesor solo indica la nacionalidad de la película y del director, el año y el lugar donde se filmó, mostrándolo en un mapamundi, y no dice nada más. 
Al final de la clase los jóvenes quedan estupefactos porque el profesor no les ha explicado nada, los ha dejado solos con las imágenes de esas películas.

Al día siguiente, miércoles, vuelven a ver fragmentos de películas. 

El jueves el profesor, que es quien selecciona los fragmentos, pues son películas que ha visto y que le gustan mucho, muestra veinte minutos de Padre Padrone, de Paolo y Vittorio Taviani;


veinte minutos de Los Cuatrocientos Golpes, de François Truffaut;



veinticinco minutos de El inmigrante, de Chaplin;


veinte minutos de Romeo y Julieta, de Franco Zeffirelli.




El viernes, último día de la semana, los alumnos sacan las bolsas de basura de puertas y ventanas, las doblan y guardan para una próxima vez. En los 70 minutos que quedan los alumnos, iracundos, piden al profesor que les explique las películas y por qué las han visto, que si les hará una prueba y qué valor tendrá esa nota, qué significa el mono que se baña en una laguna de agua caliente en la película Baraka. El profesor les dice que las películas se explican por sí mismas, que pueden conversar sobre ellas, que investiguen por Internet lo que se dice de ellas pero que él no tiene nada que explicar pues todos han sido espectadores iguales.

En el cine no se ponen notas, que no hay respuestas mejores que otras.
Con esta actividad verán que el mundo es muy ancho y que las emociones de los personajes de las más distantes geografías y tiempos se parecen a las suyas. Pensarán, llorarán, crecerán, experimentarán, sin saberlo, que el cine porta la otredad.

De eso se trata el arte, de hacerse las grandes preguntas. Y en la escuela se trata de que el alumno pueda retirarse del rol de alumno objeto de instrucción para experimentarse a sí mismo como ser pensante y creador.





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