domingo, 18 de noviembre de 2018

ALFRED HITCHCOCK, EL DIRECTOR MÁS VISUAL

Hitchcock antes de iniciar una película, un guion, ya lo había imaginado todo. El suyo era un proceso creativo libre, que se generaba solo imaginando: en su cabeza ya había hecho la película, ya había visualizado cada plano. Siempre decía que hacer la película en sí, le resultaba un poco aburrido. No es de extrañar, por tanto, que no permitiese colaboraciones en los rodajes (salvo los de Alma, su esposa y asistente artística), puesto que estos eran, realmente, la parte necesaria para llevar al exterior aquello que ya veía, plano a plano, secuencia a secuencia, en su mente.




 Un cine extraordinariamente visual, en el que todo objeto, todo encuadre, toda luz, toda expresión, son elementos tan narrativos como el diálogo mismo. Es más que probable que esta concepción provenga de la juventud de Hitchcock (estudia dibujo e ingeniería, es decir, formas y construcción, a fin de cuentas), y de sus inicios en el mundo del cine, absorbiendo el movimiento expresionista alemán, y el poder de las imágenes como creadoras de estados de ánimo. De la sugestión por medio de ellas, y de la manipulación de las emociones. Hay que tener en cuenta, además, que cuando Hitchcock dirige sus primeras películas, el cine sonoro aún no existía, por lo que en sus primeros metrajes el recurso del diálogo era inexistente. Y que sus primeros trabajos en dicho medio fueron como escenógrafo.



La primera película de Hitchcock, producida en 1927, obtuvo reacciones encontradas. The Lodger: A Story of the London Fog (El enemigo de las rubias), que se centraba en un huésped sospechoso de haber asesinado a varias mujeres, cosechó la aclamación de la crítica pero fue rechazada por parte de la audiencia, sorprendida por su atmósfera morbosa y opresiva.



Hitchcock se dedicaba a su arte en cuerpo y alma, llegando a crear maquetas para cada escena antes de filmar. Dirigió nueve películas mudas y era uno de los principales directores de cine británicos cuando realizó su primer film parcialmente sonoro, Blanckmail (La muchacha de Londres), en 1929.



A continuación llegaron  Murder! (Asesinato) (1930), 

                 

                 

The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado) (1934),




The 39 steps (Los 39 escalones) (1935), 



Sabotage (Sabotaje) (1936)



y The lady vanishes (Alarma en el expreso) (1938). 



Ya era el principal director de cine de Inglaterra, pero Hitchcock viajó a América esperando tener más libertad creativa. Su primera película en Estados Unidos fue Rebeca (1940), por la cual ganó el Oscar.


En tierras estadounidenses Hitchcock realizaba más de una película por año, pero ese ritmo amainó tras dirigir Psicosis en 1960. Algunas de sus películas clásicas de este periodo son Shadow of a doubt (La sombra de una duda) (1943),





Notorious (Encadenados) (1946)





Strangers on a train (Extraños en un tren) (1951), 



Rear window (La ventana indiscreta) (1954),




el remake de The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado) (1956), 



Vertigo (Vértigo) (1958) 





y North by Northwest (Con la muerte en los talones) (1959).



Todas ellas trataban sobre asesinatos y espionaje, y su efecto en las relaciones personales y sociales.

Después llegaron dos de sus películas más conocidas, aclamadas y que más ganancias obtuvieron.
Psycho (Psicosis) (1960)






Y The Birds (Los pájaros) (1963)





Acabamos este recorrido cinematográfico con la película Frenzy (Frenesí) (1972), la historia de un psicópata que combatía su impotencia estrangulando mujeres.




La genialidad de Hitchcock


El lenguaje que manejaba era estrictamente visual. La luz, el espacio, la composición, la creación de la atmósfera, casi como un personaje más. Llevada al espectador desde su propia óptica, obligándolo a mirar. Introduciendo la arquitectura, no solo como marco, sino como parte misma de la acción. 
Todo perfectamente diseñado, calculado, desde la selección de objetos, todos cargados de simbolismo, sobre los que incide la cámara, hasta las planimetrías de los sets de los rodajes. O cómo la obsesión por la recreación de la autenticidad (probablemente, para conseguir que los actores lo vivieran más allá de la simulación propia de los decorados) le acompañaba, haciendo, por ejemplo, que, en La Ventana Indiscreta, lejos de conformarse con una escenografía que simulase la vista del edificio de enfrente, hiciera construir en el plató una ciudad completa en miniatura, y un edificio de varias plantas, para lo cual, debido a la altura del foro, hubo que excavar dos plantas. Arquitectura efímera, pero arquitectura. Como la construcción de la casa de la colina de Psicosis, inspirada en el cuadro House by the  railroad de Edgar Hooper, uno de los pintores que más han influido en su filmografía.


House by the railroad. Edgar Hooper


Casa de la película Psicosis
































Porque de influencias pictóricas está la obra del genial cineasta llena. Gran aficionado al arte, coleccionista y asiduo visitante de museos (donde encontraba muchas veces la inspiración para sus obras), admirador de las vanguardias, llegó a solicitar a la productora de Spellbound que contratase a Salvador Dalí para la creación de la escenografía de la escena del sueño. 



Pero no solo Hooper y Dalí están presentes en sus películas. El beso de Rodin, los pájaros de Braque, Magritte, Munch, y muchos otros son reconocibles (o reconocidos libremente, por todo lo que de subjetivo tiene siempre la asociación), en sus filmes. Lo mostraba, magníficamente, hace unos años, la exposición Hitchcock y el arte: coincidencias fatales, que se exhibió en el Pompidou. 

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