lunes, 17 de diciembre de 2018

AKIRA KUROSAWA: CINEASTA Y PINTOR

Antes de haber realizado películas inolvidables como Seven Samurai (1954) o Yojimbo (1961), el célebre realizador japonés Akira Kurosawa se formó como pintor. Ya en la escuela primaria comenzó a dibujar bajo la tutela de un profesor que se interesó por su talento. Tras finalizar sus estudios secundarios, se matriculó en una escuela de Bellas Artes, la academia Dushuka de Tokio. Allí recibió clases de pintura clásica y contemporánea y, con el tiempo, llegó a ser reconocido en ciertos ambientes de la ciudad, haciendo suyos elementos plásticos del teatro Nô, que mezclaba con sus principales referencias pictóricas. En contra de lo que quería su padre (que le inculcó el conocimiento de la cultura tradicional japonesa y su pasión por el cine occidental) quiso vivir de sus aptitudes como pintor, yéndose incluso a vivir a un distrito de artistas lleno de bares, en los que mantenía tertulias con ellos entre sorbos de sake. No fue hasta 1936 cuando se interesó por el cine y comenzó su carrera como asistente de dirección. Aunque dejó de involucrarse únicamente en las artes plásticas para convertirse en uno de los pilares de la cinematografía universal, nunca dejó de dibujar y pintar.



“Cuando cambié de carrera quemé todas las láminas que había pintado hasta entonces. Tenía la intención de olvidar la pintura de una vez por todas. Como dice un conocido proverbio japonés: ‘El cazador que persigue dos conejos, no atrapa ninguno’. Una vez que empecé a trabajar en el cine, no hice de pintor en absoluto. Pero después, cuando me convertí en director de cine, me di cuenta que el dibujo, a menudo, era un medio útil para explicar las ideas a mi personal” 
(Akira kurosawa)


Kagemusha: La sombra del guerrero (1980)
Los storyboards de Kurosawa se inspiraban en la iconografía oriental y estaban influenciados por los corrientes artísticas de Occidente, especialmente el expresionismo de Vincent Van Gogh , el impresionismo de Paul Cézanne o Pierre-Auguste Renoir  y el vanguardismo de Marc Chagall. Quien más le marcó fue, sin lugar a dudas, Van Gogh, su indiscutible ídolo en la pintura y un artista que a su vez se sintió fascinado con las composiciones, la luz, el color y el estilo sintético de los grabados japoneses. 

Autorretrato de Vincent Van Gogh
El quinto capítulo de Los sueños de Akira Kurosawa (1990), una de las obras más perfeccionistas del director  en cuanto a la imagen y con un mayor número de storyboards, está dedicado al  pintor neerlandés y, más en concreto, a su cuadro Trigal con cuervos (1890), uno de los últimos que pintó.




Ahora vamos a ver algunos de los miles de storyboards que pintó este director.



Kagemusha: La sombra del guerrero (1980)

El storyboard se compone de 366 dibujos en los que Kurosawa manifiesta un profundo conocimiento de la sofisticada estética del Japón de la época, al que incorpora múltiples referencias a la historia del arte occidental: desde las pinturas de batallas del bajo Renacimiento italiano a las escenas oníricas del simbolismo y del surrealismo de las vanguardias, evocando en su tramo final el expresionismo de artistas como Oskar Kokoschka, Chaim Soutine y Emile Nolde.



















Ran (1985)

Magnífico lienzo colorista, la película fue aclamada por sus poderosas imágenes y su soberbia puesta en escena, destacando la bella fotografía y el uso cromático. En un storyboard compuesto por 862 dibujos, Kurosawa desarrolla una iconografía con un complejo diseño que presta especial atención a los detalles del vestuario y de unos monumentales decorados. En su estilo, además de la imaginería del teatro Nô y sus códigos simbólicos, se detectan influencias de las batallas de estilo barroco y de las composiciones de Théodore Géricault, además de las lógicas de Van Gogh y los impresionistas franceses.










Los sueños de Akira Kurosawa (1990)
Este storyboard cuenta con 476 dibujos. En ellos, Kurosawa se remite al impresionismo, posimpresionismo y expresionismo, conteniendo en ocasiones referencias al fauvismo con el empleo de colores puros y a las aventuras surrealistas de Chagall.






























Rapsodia en agosto (1991)

El storyboard está compuesto por 105 dibujos que, frente al detalle de anteriores producciones, están realizados con simplicidad y esquematismo, buscando plasmar una atmósfera de “silencio expresivo”. El realismo intimista sólo es roto por algunos episodios de carácter simbólico y por la utilización del collage surrealista, al estilo de Max Ernst o Luis Buñuel, para evocar la hecatombe nuclear.



Madadayo (1993)

Con un storyboard de 82 dibujos, el director seleccionó cuidadosamente una gama de claroscuros y tonalidades sombrías que reflejan un ambiente denso y opresivo, de corte expresionista, en donde prevalecen los colores ácidos y las pinceladas toscas. La larga escena final, en la que el profesor muere mientras sueña, sirve de fondo para la sobreimpresión de los créditos a manera de collage, presentando un tratamiento pictórico de la composición y del color espectacular.








El mar que nos mira (2002)
En su último storyboard Kurosawa alterna dibujos de una gran simplicidad con otros más preciosistas, que reconstruyen las casas de geishas del Periodo Edo (1603-1868). En algunas de las escenas intimistas se percibe la influencia de las composiciones más orientalistas de Henri Matisse.







¿Son dignos los dibujos de mis storyboards de ser llamados arte? Yo no me proponía pintar bien. Simplemente utilicé con libertad los materiales y recursos que tenía a mano. Como mucho, me ayudaron a realizar las películas. Es curioso que cuando de verdad intentaba pintar bien solo producía una obra mediocre, mientras que cuando solo me preocupaba de esbozar las ideas para mis películas fue cuando produje obras que la gente considera interesantes”
(Akira Kurosawa)





Fuente: http://enfilme.com/notas-del-dia/los-inigualables-storyboards-de-akira-kurosawa

https://www.elhombremartillo.com/los-storyboards-de-akira-kurosawa/

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